viernes, 19 de julio de 2013

La magia del Dragón - Relato para Espada y Brujería

Tristán corría portando bajo la capa un orbe de color inusual. Caspian, su maestro le estaba esperando desde hacía ya casi una hora y no era un hombre conocido por poseer demasiada paciencia.
-¿Lo traes contigo? -le preguntó el mentor a lo que el joven aprendiz asintió como toda respuesta -Excelente. Si estás listo para robar un huevo de dragón sin salir carbonizado, estás preparado para ser un Mago con todas sus consecuencias. Acércalo al altar.

Tristán acercó el huevo y vio como Caspian cogía una daga afilada y la levantaba hacia lo alto dispuesto a dejarla caer encima del cascarón. Al joven le recorría un sudor frío. ¿Eso era necesario realmente para convertirse en un mago? ¿Matar a un pequeño indefenso dragón nonato? Se debatía entre proteger el huevo que tanto le había costado conseguir o permanecer quieto y observar el ritual. Cuando el Maestro comenzó a bajar el cuchillo, el joven no lo soportó más y se avalanzó sobre el orbe para protegerlo.

-¡No! ¡Si ha de matar a un ser mágico no quiero ser un Mago! -Estaba al borde del llanto. Caspian sonrió y habló sonriente.
-Un verdadero Mago jamás deja que ocurra.



Este relato se publicó en Facebook, en el muro de Espada y Brujería

Cuando abandonamos la Tierra


Vostok1 en órbita terrestre
La última vez que la vi estaba sentada en el compartimento Delta de la nave nodriza Empire 23, la encargada de recoger a los animales rezagados para abandonar el planeta. La última en partir. Primero atravesamos las nubes, recordé cuando antaño los pájaros volaban en grandes bandadas surcando el cielo azul en sus

migraciones anuales. Ahora el cielo era de un color naranja ceniciento, cargado de dióxidos y otros gases letales para la vida en el lugar que nos vio nacer. Si Gaia en verdad hubiera existido, la imagen que veía a través del cristal representaba su agónica muerte.
Miré a mis compañeros, ninguna tenía interés en mirar por el pequeño ventanuco ni decir adiós a aquella roca a la que habíamos llamado hogar. Cerré los ojos. Respiré profundamente, el futuro era tan incierto...
Volví a mirar por la ventana, ahora ya podíamos quitarnos el cinturón, teníamos atmósfera cero. El planeta azul lo llamábamos. Ahora bien podría haber sido el gemelo de Marte por su aspecto rojizo. La luna era tan fría, tan estéril que sentí gran alivio el dejarla atrás.
Cuando estuvimos sobrevolando Saturno con su anillo de asteroides miré por la ventana para verla por última vez. Tan pequeña y tan lejana. Mientras miraba mi padre se puso a mi lado, me dio un beso en la frente y me acarició el pelo. En lo que dura un parpadeo la perdí de vista. Puse mi mano sobre el frío cristal.
Nunca pensé que el día en que abandonamos la Tierra se apoderaría de mí la nostalgia de esta manera y que el futuro incierto me produciría tal temor.
Solo había que esperar... mantenerse en hibernación hasta encontrar un planeta propicio para la vida al igual que el resto de expediciones. La IA y .la Sembradora harán el resto. Espero que tengamos suerte. 


Aida Albiar


Este relato está publicado en la Revista Digital MiNatura, 
es un homenaje a Arthur C. Clarke y a su libro 'Cánticos de la lejana Tierra', publicado por la editorial Alamut

De policías y replicantes - Relato inspiración Blade Runner

Cuando John Benson me enseñó aquellos papeles no daba crédito a lo que mis ojos habian conseguido retener. Tiempo después, desapareció sin dejar rastro. Tanto policías como investigadores privados y otras entidades estuvieron día y noche buscándolo durante un tiempo sin resultado. Meses después dieron conmigo, quisieron desarmarme, pero sabían que estaba prohibido porque me amparaba la Ley Interplanetaria de Recuperación y Conservación de los Cyborg y Otros Humanoides (LIRCCOH) de 2143.

Consiguieron la información gracias a un sistema de seguridad que tenía a través de un puerto USB 7.6 instalado tras el lóbulo de la oreja izquierda, aunque solo las autoridades de seguridad del LIRCCOH podían extraer la información de forma segura y sin dañar el sistema central. Quedaron atónitos. No solo había imágenes de un Doctor Benson visiblemente fatigado y que parecía más viejo, sino que la información que sustrajeron fue de suma importancia. Se pudo constatar que podría haber sido asesinado debido a una información que había descubierto sobre cierto político corrupto. Las fotografías lo habían capturado con una joven replicante que sabían había sido diseñada para el placer, aquello en principio no era delito. Se trataba como decían algunos "de otra muñeca hinchable", pero también habían tomas aceptando el soborno de un conocido delincuente, y reunido con gente de sospechosa honradez. Estaba claro, a John Benson le habían dado matarile.

El lugar favorito para desaparecer a las personas era el canal del río. Dragaron esa parte del canal y dieron con él. Junto con varios cadáveres más. Detuvieron a Martin Sullie, el político, por motivos obvios.

Sé que si no llega a ser por mi aportación, no podrían haber dado con el bueno del Doctor, ni habrían quitado de enmedio a un político corrupto.

Mientras tanto me miro al espejo, me arreglo el peinado para que todo esté perfecto. Repaso el maquillaje. Mi conjunto de lencería es exquisito. Mi vestido sujerente hará que a quién acompañe esta noche esté satisfecho de lo que ha pagado. Qué más da... ¿Si solo se trata de una "muñeca hinchable" más?

Aída Albiar





Este relato está publicado en la Revista Digital MiNatura nº121

Es un relato inspiración y homenaje a Blade Runner


Lo Prometido es Deuda - Relato para el concurso TZS Let it Be

"Me hizo prometérselo", le dijo llorando al inspector Garrido...


DIA FR

Salomé estaba duchándose cuando un cortocircuito en la lavadora hizo masa en las tuberías, matándola. Insólitamente para el FR, su fallecimiento apenas duró un instante. No vio que había muerto y debido al trajín de sus cinco hijos no se percató de que sus ojos se volvían vidriosos ni que su corazón ya no palpitaba.
Darío, su hijo mayor, fue quien se percató y tras los incidentes recomendó a su madre que hablara con el viejo amigo de papá, el inspector Garrido.
Tras la entrevista llegaron a la conclusión de que todo podía funcionar y llevar una vida casi normal. Desgraciadamente y debido al estrés aportado por su nueva condición y el tiempo Salomé acudió a los medios para pedir que se encargaran de sus hijos sin separarlos porque la Ley de Decaimiento estaba comenzando a afectarle. Nadie se preocupó de sus pequeños y tras mucho pelear encontró una plataforma de apoyo a los niños de víctimas de afectados por el FR que le prometió que tras su segunda muerte sus hijos irían juntos a la casa de acogida 'Get Back' y se harían cargo de su manutención y educación.


-Darío, prométeme que si algún día intento haceros daño me matarás -le decía muy sería a su primogénito.
-No puedes pedirme eso -le contestó aguantándose las lágrimas.
-Cada día la tentación es más fuerte, apenas aguanto. Cuidalos, protégelos de mí. Prométemelo.
-Te lo prometo.


En la actualidad...

-Hueles tan bien... -lamió su piel y la niña rió -un mordisquito, uno pequeñito...
-Sabrina, ves con los demás y no entréis aquí -Sabrina hizo caso a su hermano y salió -me hiciste prometértelo...
-Que no te tiemble el pulso. Te quiero hijo, estoy orgullosa de ti.

Ambos cerraron los ojos. BANG.


Aída Albiar



Este relato lo escribí para formar parte del tercer libro de Tom Z. Stone, de Dolmen Editorial y escrito por Joe Álamo. Pero cómo no ganó... (ganó mi amiga Mitsuko) pues lo cuelgo aquí para que disfrutéis de él.

Saludos



Patrice

Patrice estaba completamente enamorada de Rusell, pero éste solamente tenía ojos para Rachel. Una tarde, mientras Pat se encontraba en la cafetería del instituto comiendo golosinas en una silla con verticalidad modificada, cayó hacia atrás y se atragantó y asfixió con una de las gominolas que estaba chupando en ese momento. 
Estaba sola, la encontraron horas más tarde. 
Nadie fue a su entierro. Solamente su padre y su perro la iban a echar de menos. 



 *** *** *** 

Escena de un capítulo de Lost
Rusell comenzó a salir con Rachel. Ella era popular, era guapa, no tenía muchas luces, aunque las que poseía estaban enfocando al poder, la soberbia y sacar partido de su encanto con los hombres. Se veía en secreto con un hombre mayor que cambiaba por dinero dejarse tocar por debajo de las bragas y sobar las tetas. Quizá cualquier día le dejaba llegar más lejos, pero eso... por una buena cantidad de dinero.
  
Rusell comenzó a sentirse extraño. Rachel le ocultaba algo, aunque no acertaba a saber muy bien qué. Estaba con ella y pasaban buenos momentos juntos, como cualquier adolescente de diceiséis años, pero aunque estaba con ella en el coche y llegaban al final, en su coche no terminaban de sentirse cómodos. Cuando sonaba una canción romántica en la radio, el dial saltaba hacia una emisora de deportes, los seguros se ponían solos y una vez les pareció que las ruedas chirriaban mientras estaban disfrutando del abrazo más íntimo... 

Una noche, Rusell se quedó dormido en el coche, mientras lo tenía aparcado en un descampado desde dónde se apreciaban las vistas del pueblo. El coche se había puesto en marcha sin que él estuviera al mando del vehículo. Llegó hasta casa de Rachel, ésta salió y entró en un coche de alta gama. El coche animado la siguió hasta que llegaron a un motel. Allí se quedó quieto hasta que la chica salió de la habitación, el viejo fue a pagar la habitación. El coche arrancó violentamente despertando a Rusell de su sopor y estampando a Rachel contra el muro de hormigón. 
Foto de www.reymisterios.com

Patrice... pobre Patrice... si Rusell no podía ser para ella, no lo sería para nadie...





Aída Albiar


Relato inspirado en 'Cristine' de Stephen King y publicado en la revista digital MiNatura en el especial homenaje a este autor.
Contiene un guiño a la novela juvenil 'Ghost girl'

Si te gusta este relato lo puedes compartir y publicarlo en tu sitio, siempre y cuando pongas la URL donde lo has encontrado y que es obra mía, todos mis relatos están publicados anteriormente y también están inscritos en una base de datos de protección del copyright. Los relatos inéditos y no publicados también.

viernes, 9 de septiembre de 2011

REDENCIÓN

REDENCIÓN

Me estoy duchando con el agua lo más caliente que da la caldera. Para intentar imaginar lo que sería quemarme.
Pero para mi sorpresa no me produce ninguna mala sensación, al contrario, me excita.

Llevo en esta miserable condición atemporal demasiado tiempo. Me enjabono. Miro con tristeza mi cuerpo. Éste cuerpo inmortal que dejó de cambiar. Que me cambió para siempre. Y sin quererlo.

Miro mi vientre, ahora congelado en el tiempo y el espacio. Con una criatura dentro a la que quise en un tiempo. A la que mataron cuando me mataron a mí. Pero yo no morí en su muerte.

Cuando abrí los ojos y supe en lo que me habían convertido, lo sentí morir. Simplemente su corazoncito no-nato dejó de latir, asfixiado dentro de mi propio cuerpo. Su cuna, su protección y su tumba.

Me doy asco. Me da asco esta casa y me dan asco las personas con las que tengo que compartir mi existencia.

Nada de magia. Nada de magnificencia. Ni glamour. Vivimos como ratas hacinadas en una cloaca; eso sí, la cloaca tiene cuatro paredes y un techo. ¡Qué mentiras nos vendió Holliwood! Y todos esos autores. Los Vampiros no somos tremendamente guapos. No somos mucho más fuertes que los humanos. No tenemos extraordinarios poderes como leer mentes, ver el futuro ni nada de eso. NADA. Simplemente existimos. Que ya es bastante...

Salgo del baño, mi piel sigue igual de fría, ni se ha templado en la ducha. Me seco y salgo desnuda por la casa. Mis compañeros me miran y ni se escandalizan.
Llevo demasiado tiempo en esta condición de pesadumbre.
Uno de ellos me comentó el otro día que hay gente que no se adapta. Debe de ser mi caso.

No me gusta la sangre. Me dan ganas de devolver. ¿Por qué he de matar a personas para vivir yo? ¿Por qué si la alternativa es alimentarme de animales me da tanta angustia matar a alguno?
Es éste maldito cuerpo...

Y el sexo... ¡Qué fue de escenas como la de Angelina Jolie emparapetada encima de una cómoda de un hotel! Los orgamos. Ya no siento nada. He fornicado con todos mis compañeros sin sentir siquiera la penetración. Será que no me acepto a mí misma.

Hace más de cientoveinte años que estoy así. Muerta en vida, si es que a ésto se le puede llamar vida.

Hay varios antes que yo que se han quitado la vida. No sin antes padecer gran sufrimiento. Han intentado la luz del sol, las estacas, el ajo... Pero hay que quemarse para terminar con nuestra existencia.

¿Cuál sería la mejor manera? Una fogata, gasolina, aceites esenciales... No estoy segura.

Mis compañeros me miran con malestar. Saben lo que pienso hacer porque no he sido la primera. Ni seré la última. El patriarca es el que más siente que no me adapte, pues fue él el que me convirtió y es a él a quién más detesto.

*** *** *** *** *** *** *** *** *** *** *** *** *** ***

Una semana después he descubierto una tienda con aceites esenciales. Y además que me han asegurado que son altamente inflamables.

Me he puesto un sudario blanco. He preparado una pira de troncos de madera, de un metro por un metro. Los aceites son de lavanda. Me pongo en el medio. He encendido velas a mi alrededor.
Tengo prepradados cuatro litros del aceite en una jarra. Primero tiro un poco a mi alrededor, esperando el momento en que las velas lo prendan.
Siento su calor. Mis compañeros han salido al jardín a ver mi muerte. No se acercan la calor. Al fuego, para ser más exactos. Hecho más aceite y siento más el fuego. Y no me molesta. Me encanta estar a punto de morir.

Finalmente, vierto el contenido de la jarra por encima de mi cabeza, cubriendome entera por los aceites esenciales. Y empiezo a arder. Y me excita el fuego, me excita el calor. Y rio.
Empiezo a carcajearme pues no me molesta estar ardiendo.
Me encanta estar quemándome. Aunque duele, es verdad. Pero libera. Y tras unos instantes más, caigo al suelo. Inerte.

Sin vida.

Al final, he dejado de existir. Soy libre.

Finalmente soy libre.

sábado, 3 de septiembre de 2011

¿Dónde? Relato presentado para el concurso 2º Semana Zombie de Infectados Blog

¿Dónde?

Con un niño de tres años caminando en plena calle quién me hubiese visto seguro habría pensado que había perdido el juicio. Pero ¿Qué podía hacer?

Todos habían muerto. Familia y amigos. No sabía nada de mi marido, pero estoy segura que de haber podido, habría regresado a casa. Su ausencia me confirmaba lo peor.

Sobrevivimos las primeras semanas a base de conservas y arroz. Pasta con tomate. Después a base de saquear las casas de los vecinos.

Lo peor era dejar al niño solo. Pensaba que era la mejor opción, pero se quedaba llorando y podía atraer la atención de los zombies. Después pensé que estaba loca por arriesgarme a ir con él por ahí. Aunque Darius era obediente, y cuando se tenía que quedar callado. Callaba. Tenía un pavor horrible a quedarse solo en casa. Temía que no regresase, como hizo su padre, o el resto de la familia. Así que pensé que quizá si me mordían, él tuviese alguna oportunidad. Que alguien lo encontrase y lo ayudase. Ojalá.




Corríamos por la calle. A él lo llevaba a cuestas emparapetado entre la mochila y mi espalda. Llevaba una manta de viaje. Conservas. Agua. Pastillas potabilizadoras, chicles sin azúcar, un par de fotos, una muda de recambio y un jabón de lavar. También una pequeña bolsa de aseo con dos cepillos de dientes y un tubo de pasta. Un par de toallas. Un frasco de gel. Dos chaquetas. Le había rapado la cabeza al niño y a mí. Eso daba ventajas en ciertos sentidos: No necesitabas champú y evitabas los piojos. Llevabamos unas gorras de color oscuro y unos gorros de abrigo. También un par de rollos de papel higiénico.

No sabía bien qué ruta tomar. La montaña parecía lo más seguro, pero era empinada y nunca he tenido buena forma física. Los caminos me parecían muy peligrosos. Lo mejor sería tomar una carretera dónde se pudiese ver de lejos y que tuvieramos varias alternativas de escape. Sólo tenía un par de cuchillos y un bate para defendernos. Era un suicidio. Aún así, necesitaba encontrar a más gente y darme cuenta que no éramos las únicas personas que quedabamos en el mundo. Mi hijo no se merecía una cosa así.

El ocaso nos sorprendió en una gasolinera de carretera, en las afueras de un pueblo de Valencia. Me aseguré de que no había peligro y después nos metimos en el despacho. Eché una botella de amoniaco en la puerta, cómo hiciese Will Smith en la película de "Soy Leyenda", para evitar que captasen nuestra olor y cerré la puerta con llave, pestillo y la mesa a modo de evitar que entrasen. Sabía que era absurdo. Pues si nos detectaban estabamos más que perdidos. Pero era lo único con lo que contaba y cuando uno hace lo que puede, no está obligado a más. Darius durmió acurrucado junto a mí y yo en un duermevela en el que cada ruido desconocido me hacía temer lo peor. Por suerte fue una noche sin sobresaltos y por la mañana pudimos reanudar nuestra marcha.

Desayunemos rosquilletas y batido de vainilla que encontramos en la gasolinera. Comprobamos unas llaves que encontramos en un bolso en el despacho y resultó pertenecer a un Seat Ibiza color negro de cinco puertas. Llenemos el depósito y dos bidones de cinco litros de gasolina. Cogimos todo lo comestible y nos dirigimos hacia Valencia, a ver si teníamos suerte y encontrábamos a más gente, viva.

Cerca ya de Alboraia, por la pequeña venecia, vimos una hoguera. Eso nos pareció muy extraño. ¿Por qué encender una hoguera? Si la ven los zombies acudirán. También podría ser para quemar restos humanos y que no "regresaran". Decidí acercarme allí con cautela. Quién sabe qué nos podíamos encontrar. Y para mi sorpresa, encontremos a cuatro niños jugando en la calle, dos hombres con armas en la mano y mujeres pelando lo que parecían patatas sin preocuparse de que una horda de muertos vivientes entrasen de improvisto.

Paré el coche y bajé de él, Darius también bajó. Uno de los hombres miró hacia dentro y dijo algo. Las mujeres miraban hacia nosotros y los niños habían dejado sus juegos y habían corrido a refugiarse dentro de la "ciudadela", por qué eso era lo que parecía la pequeña venecia. En su forma de medialuna y con dos puertas que habían reforzado. Salieron tres hombres de dentro y se acercaron a nosotros.



- Buenos días. Veo que todavía quedan "respirantes" por el mundo- el desconocido sonrió. Yo también, aunque no me hizo mucha gracia el calificativo que empleó para referirse a los vivos- sed bienvenidos. Espero que nos podáis contar algo del mundo. ¿De dónde venís?

-De La Vall d'Uixó- contesté. Al ver que el hombre no se hubicaba continué- uno de los últimos pueblos al sur de Castellón.

-Entonces no habéis viajado mucho.- negué con la cabeza- que pena. Aún así espero nos contéis vuestra historia. Es como una tradición que tenemos con los recién llegados. También lo és, que lo que traigáis lo compartáís con la comunidad.

-Por supuesto- ya me lo había yo olido.



Nos enseñaron los espacios. Tenían un pequeño embarcadero con varios tipos de barcas con los que salían a pescar. También había otra más grande más alejada con la que supimos que se encargaban de ir más lejos por la costa en busca de viandas. Había un McDonald's cerca, pero hacía tiempo que se había quedado con nada de alimentos. Habían abierto cada una de las puertas de los apartamentos del lugar y juntado el alimento en un bajo que hacía las veces de almacén y de punto de encuentro, por decirlo de algún modo. Éramos cuarenta y seis en total, contándonos a nosotros. Todo el terreno frente a la ciudadela era campo, y esperaban empezar a sembrar cuanto antes, algunas verduras ya empezaban a crecer.

Tras volver dos furgonetas cargadas hasta los topes de comida, contamos nuestra historia, que era bastante breve. Se nos asignó una habitación para los dos en una tercera planta de un bloque de pisos y pasamos a formar parte de la comunidad. Lo que vino después fue días de paz y días de guerra. El reencuentro con mi marido. Pero eso ya son más de mil palabras de las que puedo poner :P